10 tips para mejorar tu escritura

Los consejos de escritura siempre son un tema problemático. La literatura es muy variada, lo que significa que a cada tip más o menos razonable se le puede oponer un contraejemplo genial. Al que sostiene que lo más importante es el poder de síntesis, le muestran los siete tomos de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust; al que propone respetar la oralidad, le traen Río de las congojas, de Libertad Demitrópulos; al que quiere eliminar la repetición, le lanzan El almuerzo desnudo, de William Burroughs.

Por más que haya muchos cursos de escritura creativa prometiendo lo contrario, lo cierto es que no hay nada resuelto en literatura. Un viejo chiste dice que la mitad de los escritores cree que es imposible enseñar a escribir; y que la otra mitad está de acuerdo, pero sostiene que igual se puede cobrar por hacerlo. 

Decálogos y otros consejos de escritura

A pesar de todas estas contraindicaciones, existen igualmente muchos libros, listas, decálogos, manuales, guías y recetarios con consejos de escritura. Algunos incluso fueron escritos por autores famosos, como el divertidísimo decálogo del cuentista de Roberto Bolaño o Ser escritor, de Abelardo Castillo. Encontrar algo en común entre todos estos textos es prácticamente imposible; por eso no queda más que usar otro criterio, quizás más razonable: el capricho. Así elegimos, de entre muchos consejos de escritura creativa, los que nos parecieron más razonables: 10 tips de escritura para mejorar tu estilo.

10 consejos para mejorar tu estilo literario

1. Editar

Pocas veces la primera versión de un texto es la mejor. Sí, Kerouac tardó apenas veinte días en escribir su novela En la carretera, pero después pasó seis años corrigiéndola. Muchos autores recomiendan dejar pasar algún tiempo entre la escritura y la corrección, cosa de poder acercarse al manuscrito con un poco de distancia. Como dice Liliana Heker en “Los diez mandamientos de la escritura”: la primera versión de un texto es solo un mal necesario. 

2. Ser consistente

La consistencia en las decisiones es una de las claves de cualquier estilo literario. La mayoría de los rasgos que identificamos como propios de algún autor —la austeridad de Hemingway, la adjetivación recargada de García Márquez, la puntuación angulosa de Leila Guerriero— son reconocibles porque se aplican sistemáticamente. Podríamos decir que dos estilos diferentes son dos soluciones distintas a los mismos problemas. Por eso, para que un texto se lea de forma homogénea, es importante fijar ciertos parámetros (y después respetarlos). 

3. Evitar la confusión

Los personajes pueden estar confundidos; no así el autor. Al respecto, en sus “Mínimas para ser escritor”, Abelardo Castillo decía: “No es lo mismo ambigüedad que confusión. Una historia debe tener siempre un único final. Si quisiste sugerir dos o más desenlaces, esos desenlaces son un único final: se llama ambigüedad. Si nadie te entiende ni medio se llama confusión”. 

4. Disciplina mata inspiración

Heker otra vez: “La inspiración no existe; en eso se parece a las brujas. Entonces, cuando las palabras parecen cantarle a uno en la oreja, y siente que todo lo que está escribiendo tiene la música justa, el ritmo exacto, la tensión precisa que debe tener, uno puede llamar a ese estado de privilegio como más le guste, pero lo mejor es que suelte el freno y deje rodar la locura. Es hermoso, solo que no hay que creer que es el único estado en que se hace literatura. Porque se corre el riesgo de no escribir más que una página en toda la vida”.

5. Leer 

Fuente: Pexels

Mucho, mal, pronto, con atención, disperso, con un lápiz en la mano o detrás de la oreja, en el baño, en el colectivo o abajo de la mesa del comedor; pero leé. Algo de esto quiso decir Roberto Bolaño con sus “Doce consejos para escribir cuentos”: leer todo lo posible, aprender todo lo posible, preocuparse poco por los consejos para mejorar tu estilo de escritura. La historia de la literatura es tu caja de herramientas, una inmensa tradición de recursos y soluciones. A veces no hace falta inventar la rueda: alcanza con saber de dónde robarla. 

6. La imitación es una forma de aprendizaje

El primer ítem del “Decálogo del perfecto cuentista”, de Horacio Quiroga, dice: “Cree en un maestro —Poe, Maupassant, Kipling, Chéjov— como en Dios mismo”. Y el tercero agrega: “Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia”. La idea es que en la imitación siempre hay una cuota de aprendizaje, porque implica descubrir cómo está hecha la cosa que se imita. Nadie conoce tan bien el estilo de Picasso como el falsificador que pudo firmar con su nombre. 

7. Leer en voz alta

Una excelente forma de revisar un texto es tratar de leerlo en voz alta. Así, vas a poder detectar qué suena raro, incómodo o un poco rebuscado. Hoy en día, además, es muy fácil grabarse, con lo que hasta podés escucharte varias veces y repasar la forma en que suena lo que escribiste. También podés usar los lectores de los procesadores de texto, que cada día suenan menos robóticos. 

8. Buscar la palabra precisa

Se dice que los sinónimos no existen. Es conocida la disputa personal que Borges tenía con los sinónimos, a los que les dedicó un par de párrafos venenosos en ensayos como “El idioma de los argentinos”, “La adjetivación” o “El idioma infinito”. La razón de esa bronca es muy sencilla: Borges se oponía tanto a la ostentación innecesaria del diccionario como a la creencia de que hay una palabra igual a otra. Los sinónimos tienen el mismo significado, sí, pero no dejan de ser palabras distintas, y por lo tanto no funcionan igual. “Cara”, “rostro” y “jeta” refieren a lo mismo, pero no pueden ser usadas indistintamente. 

9. La ortografía no importa. Sí la gramática 

A la hora de escribir, poco importa la ausencia imprevista de un par de tildes o una breve confusión entre una “b” y una “v” (es decir: una confusión vrebe). En general, de esas cosas se ocupa el procesador de texto, y en última instancia el corrector.

Pero la gramática, la estructura sintáctica del idioma, es otra cosa. Hay que conocer aunque sea lo básico: la concordancia en género y número, el uso estándar de los tiempos verbales, algunas preferencias preposicionales. Conocerlas, pero no necesariamente respetarlas.

El estilo literario puede ir por fuera de la gramática estándar; pero para hacerlo de forma consistente, sistemática y efectiva —como hicieron, por ejemplo, William Faulkner o Sara Gallardo— hace falta saber qué reglas se está eligiendo elidir. Cuando en una novela Virginia Woolf abandonaba la sintaxis tradicional, lo hacía siempre con un buen manual de gramática sobre el escritorio. 

10. Inventar reglas propias

Fuente: Pexels

Confiá en la autoridad de tu criterio, en lo que te gusta y en lo que no. Ese es el punto de partida para mejorar el estilo literario personal: desarrollar un conjunto de caprichos más o menos sistematizados. Ricardo Piglia sostenía siempre que un estilo es poco más que la certeza de tener estilo. Si querés mejorar tu escritura, identificá ese criterio —el tuyo— y ocupate de volverlo un hábito.

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