7 consejos para crear buenos personajes

Contar una historia es más difícil de lo que parece. Eso tiene que ver, en parte, con que escribir se compone de muchas tareas distintas. Hace falta pensar un argumento, dividirlo en escenas, elegir un punto de vista, pensar personajes… y, por si fuera poco, también hace falta escribir. Y corregir. Y corregir otra vez

Crear personajes es probablemente la más descuidada de estas tareas. El mundo está lleno de manuales para construir tramas y argumentos, desde El camino del héroe, de Joseph Campbell, hasta El guion, de Robert Mckee. Esos libros tienen consejos muy útiles para componer historias, pero no nos suelen enseñar cómo crear un personaje original. Por eso, en este artículo, vamos a discutir siete consejos para crear un buen personaje

1. No existen los personajes secundarios

El origen de esta frase es muy discutido. Algunos se la atribuyen a Kurt Vonnegut, otros a John Berger y seguramente habrá quien se la haya regalado a Jorge Luis Borges. Afortunadamente, ahora no estamos preocupados por discusiones filológicas. 

Por supuesto, todos sabemos que en una historia hay personajes más importantes que otros. En Hamlet, Hamlet y Polonio no tienen el mismo protagonismo, eso está claro. Pero lo que hace de Polonio un gran personaje secundario es precisamente que él no lo sabe. Actúa como si él fuera el centro de la historia, porque, después de todo, no tiene por qué sospechar que la obra lleva el nombre de otro. ¿Se entiende el concepto?

Un buen personaje secundario está construido con el mismo cuidado que un personaje principal: tiene motivaciones, conflictos, amores y miedos. Y eso es, justamente, lo que hace que funcione bien en nuestro texto. 

2. Investigar, investigar, investigar

En el libro Cómo crear personajes inolvidables, Linda Seger empieza hablando, precisamente, sobre el valor de la investigación. Saber es más fácil que inventar, y muchas veces también es más atractivo.

En Moby Dick, parte de lo que hace al capitán Ahab tan magnético es que Herman Melville conocía a fondo el oficio de ballenero. Era esperable: durante su juventud, había pasado casi cinco años en altamar

Pero no todas las investigaciones tienen que ser tan literales. Investigar también es leer un libro sobre la Revolución francesa, si la historia se centra en ese período, o ver un documental sobre algún criminal famoso, si el personaje es un ladrón de joyas. 

3. Cuidado con las caricaturas

Algunas personas les dicen «caricaturas»; otras, «estereotipos», y no falta quien aproveche para citar a Jung y decir «arquetipos». En realidad, todos estamos hablando de lo mismo: personajes que pueden ser descritos en pocas palabras y que se sienten típicos y repetidos. Por ejemplo, el villano malvado que se viste de negro y vive aislado de la sociedad, el sidekick bonachón que solo sirve para hacer bromas, el nerd antisocial pero de buen corazón, etc.

El problema con estos personajes, básicamente, es que no son interesantes. Un banquero ambicioso es menos interesante que un banquero comunista, y ahí es donde nos atrapa El salto de papá, de Martín Sivak. Un modelo tonto está más visto, y por lo tanto es más aburrido, que un modelo culto; eso mismo probó Alberto Fuguet en su libro Por favor, rebobinar.

Narrar implica tratar lo particular por sobre lo general. Lo que obedece a la norma, lo predecible y lo genérico, no nos interesa. Esto vale tanto para las historias como para los personajes. No hace falta que todos los personajes sean increíblemente excepcionales, pero cualquiera que haya hablado más de media hora con una persona sabe que todo el mundo tiene algún detalle que lo vuelve único.

4. Todos necesitan un poco de conflicto

A veces, la mejor forma de saber cómo es un personaje es saber qué quiere. No solo eso: es importante también saber por qué no tiene lo que quiere, y —lo más importante de todoqué está dispuesto a hacer para obtenerlo.

Ese es el motor de cambio, la fuerza que mueve la historia. Frodo quiere destruir el anillo, y entre él y Mordor se interpone medio mundo. Ese conflicto, necesariamente, nos va a decir mucho sobre él como persona… bueno, como hobbit

5. Los grises son fundamentales

Hannibal Lecter, de El silencio de los inocentes, es uno de los villanos más recordados de las últimas décadas. Es un homicida, un psicópata y un caníbal. Pero no son sus crímenes los que lo hacen inolvidable; asesinos hay muchos. Hannibal Lecter es interesante porque, a pesar de su maldad, es inteligente, cortés y extremadamente amable. Ese contraste entre su forma de conducirse y el horror del que es capaz lo vuelve un monstruo especialmente fascinante. 

Lo mismo ocurre a la inversa: si los villanos necesitan virtudes, los héroes necesitan defectos. Nadie puede identificarse con la perfección (o por lo menos nadie con un grado razonable de cordura). Por eso, durante los últimos años, Batman ha sido tanto más popular que Superman. Un hombre bueno, honesto e invencible, sin matices, se siente demasiado plano. Necesitamos contraste para sentir que el personaje está vivo; en las contradicciones está la riqueza.

Como diría Walt Whitman:

¿Que me contradigo?

Claro que me contradigo.

(Yo soy inmenso, contengo multitudes)

6. Una buena conversación

Hay pocas cosas más características que la forma de hablar. Todos tenemos un amigo, una tía o un compañero de trabajo que usa palabras raras, refranes desconocidos o chistes inesperados. Ignatius J. Reilly, de La conjura de los necios, es tan recordado por sus opiniones retrógradas como por sus modismos y arcaísmos extremos a la hora de expresarse. No es necesario que todos los personajes sean tan estrambóticos como Reilly; alcanza con que sean fieles a sí mismos.

Muchos escritores cuentan que, antes de escribir sobre un personaje, «lo llevan a tomar un café». No es literal, por supuesto (o eso queremos creer). Lo que quieren decir es que, antes de poner a sus personajes en las situaciones de la trama, se imaginan una charla casual, en la que les hacen preguntas y observan sus reacciones.

Es algo así como una primera cita: una forma de empezar a conocerse. Y es también una gran oportunidad para identificar esas particularidades, en el habla y en la conducta, que hacen que un personaje parezca vivo. 

7. No te quedes en el pasado

Nuestras experiencias pasadas condicionan —por lo menos hasta cierto punto— nuestras decisiones futuras. Pero eso no significa que las determinen. Somos producto de nuestro pasado, pero no somos sus víctimas; o por lo menos no de una forma lineal y predecible. 

Los psicologismos —la culpa, los traumas, los duelos— pueden impulsar parte de la trama, pero no es necesario que determinen todas las decisiones de los personajes. Y esto no es solamente para darle un lugar más vigoroso al deseo. El problema con remontarse permanentemente al pasado es casi gramatical. La historia se vuelve parentética: los personajes terminan separados de la acción por largos fragmentos en pluscuamperfecto que explican acontecimientos pasados, no siempre interesantes. 

Esto no significa que los personajes no pueden tener una backstory. De hecho, ese recorrido vital es muy conveniente. Pero hay que saber cuándo sacar ese trasfondo a la luz y cuándo mantenerlo en las sombras. 

Conclusión: cómo crear un personaje único

Hay mil técnicas para crear un personaje, y ninguna es infalible. En la escritura no hay recetas, lo que es a la vez una maldición —porque hace todo más incierto— y una bendición —porque hace todo más variado—. En realidad, el mejor consejero es la práctica; el segundo mejor, la intuición

Siete trucos para escribir un personaje no son exactamente muchos, pero es un gran punto de partida. Por algún lado hay que empezar. Tampoco es posible aplicarlos todos a la vez; es conveniente saber cómo alternar entre distintas técnicas, qué usar y qué no según cada circunstancia. A lo mejor tu historia necesita caricaturas. A lo mejor tu personaje necesita hablar permanentemente de su pasado. Todo depende. En realidad, el mejor consejo posible —esto cuenta como un bonus— es lanzarse a escribir. ¡Suerte con eso!

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