Algunas palabras son préstamos lingüísticos que no sufren ninguna modificación; otras son términos adaptados a la fonética y la ortografía castellana (como “escrolear”, de scroll). Sea como sea, desde pizza hasta software, el español está lleno de neologismos.
En este artículo, vamos a explorar todo sobre los neologismos: qué son, cuáles son los más comunes en la lengua española y por qué es importante, según los expertos en el idioma español, hacer un uso equilibrado de ellos.
¿Qué es un neologismo?
Comencemos respondiendo la pregunta básica: ¿qué es un neologismo? Para saber exactamente qué es un neologismo, basta con indagar en la etimología del término: “neologismo” viene del griego neo (“nuevo”) y logo (“palabra”). Es decir, una nueva palabra: un término que no se usaba normalmente en la lengua, pero que ha sido incorporado ante la necesidad de adaptarse a un grupo de hablantes.
Así, podemos suponer que, durante las últimas décadas, fundamentalmente ante el avance de la tecnología pero también a partir de un mayor consumo cultural norteamericano o europeo, el español ha recibido varios cientos de neologismos por año. Algunos de ellos son aceptados por la Real Academia Española (RAE); otros, sin embargo, aún no han sido recogidos por la norma aunque forman parte del uso cotidiano de miles de hispanoparlantes.
Tipos de neologismos
Los neologismos surgen por muchas razones, pero siempre persiguen el mismo objetivo: nombrar una cosa que antes no se nombraba, ya sea porque no existía (“aeropuerto” fue un neologismo en su época) o porque, por alguna razón, no era necesario nombrar.
Sin embargo, a la hora de categorizarlos, la cosa se pone un poco más complicada. En La clasificación de neologismos: una tarea compleja (el título nos lo dice todo), Cabré Castellví propone una serie de criterios para una propuesta de tipologización; sin embargo, otros autores, como Jean-François Sablayrolles, proponen criterios completamente distintos. En líneas generales, y a partir de nuestra propia investigación, podemos decir que hay neologismos de los siguientes tipos:
- Onomatopéyicos. Son los que provienen de su sonoridad. Es el caso de verbos como “piar” (del sonido de los pájaros, claro) o “chirriar” (del ruido que hace una puerta al abrirse o cerrarse).
- Lexicalizados. Consiste en la composición de una palabra a partir de varias palabras (“mototaxi”), siglas (“ovni”) o un nombre propio (ser un “quijote” es ser una persona idealista y soñadora; en efecto, proviene de la obra más emblemática de la literatura hispana, Don Quijote de la Mancha).
- Préstamos lingüísticos. Este tipo de neologismos es uno de los más interesantes, ya que suscita acalorados debates al interior de los lingüistas e incluso permanentes polémicas entre la RAE y los usuarios de la lengua. Por ello, consideramos que merece un apartado entero, y es lo que le dedicamos a continuación.
Neologismos vs. extranjerismos: ¿son lo mismo?
Mucha gente se pregunta qué diferencia hay entre los neologismos, los extranjerismos y los préstamos lingüísticos. Lo que hay que saber es que, en realidad, los tres conceptos están intrínsecamente relacionados y forman parte de una cadena: un extranjerismo es un tipo de préstamo lingüístico, que a su vez es un tipo de neologismo. Pero ¿qué son exactamente los extranjerismos?
Como seguramente dedujiste, un extranjerismo se caracteriza por provenir de un idioma extranjero. Algunos están adaptados ortográficamente y estandarizados en la norma española, pero otros se toman tal cual están en su idioma original y no sufren ninguna modificación. Algunos de los extranjerismos aceptados y adaptados por la RAE son:
- Escáner (del inglés scanner)
- Espagueti (del italiano spaghetti)
- Yogur (del francés yogourt)
- Cruasán (del francés croissant)
- Restorán (del francés restaurant)
- Fútbol (del inglés football)
- Champú (del inglés shampoo)
Otros extranjerismos adaptados por la RAE no tienen tanta aceptación por los usuarios del castellano. Es el caso de términos como “güisqui” (del inglés whisky), “sexi” (del inglés sexy) o “bluyín” (del inglés blue jeans). La RAE, en sus trece:
Finalmente, hay extranjerismos que no son modificados ortográficamente y mantienen los mismos componentes que su léxico original. Algunos de ellos están aceptados por la Ortografía española, como pizza, mientras que otros prevalecen gracias a su uso, como hardware, software, random o smartphone —y muchos otros anglicismos del mundo de las tecnologías de la información y las comunicaciones—.
Los extranjerismos: ¿un vicio del idioma?

Hay quienes no están de acuerdo con el uso excesivo de extranjerismos. La Fundación del Español Urgente (Fundéu), por ejemplo, tiene una sección en su sitio web en la que recomienda encontrar la palabra precisa en español en lugar de utilizar un anglicismo (por ejemplo, recomienda escribir “milénico” o “milenial” en lugar de millennial).
Ya en 1997, Chabolla Romero consideraba que había una “invasión de extranjerismos” que arrebataba espacios, y que era necesario tener “una mínima actitud vigilante frente a ellos”. Lamentablemente para Romero, los extranjerismos no han hecho otra cosa que aumentar su frecuencia de aparición durante los últimos años, sobre todo en el lenguaje técnico e informático.
En esa línea, Lázaro Carreter es de una opinión diferente que Chabolla Romero: “El extranjerismo no es nunca un invasor; acude porque se le llama”.
Como ves, hay opiniones encontradas al respecto. Y ambos lados de la grieta parecen tener argumentos interesantes. Eso sí: si decidimos escribir un extranjerismo por la razón que sea, es importante recordar las reglas ortográficas: utilizar las itálicas (o cursivas).
Si te interesa la gramática y el léxico castellano, podés leer nuestros artículos sobre el español neutro y sobre las palabras que la RAE dejó de tildar en su última actualización.
Fuentes consultadas:
Carreter, F. L. (1997). El dardo en la palabra. Barcelona: Galaxia Gutenberg.
Chabolla Romero, J. M. (1997). Vehículos de la lengua. Ciudad de México: Plaza y Valdés Editores.