¿Qué estudiar para ser escritor?

Quizás lo mejor sería hacer un censo. Quizás lo mejor sería tocar las puertas de los escritores y las escritoras que más nos gustan y preguntarles: ¿estudiaron alguna carrera universitaria? ¿Cuál? ¿De qué trabajaron? De esa forma, podríamos tener una respuesta más fundamentada, basada en datos y estadística: una respuesta cierta a cómo ser escritor profesional.

Lamentablemente, hacer un censo no es tan sencillo. Y, a su vez, tampoco es tan seguro que sea la mejor forma de responder a esta pregunta. Porque las trayectorias de vida de los autores que conocemos son mucho más diversas de lo que uno se imagina: no está tan claro qué hay que estudiar para ser escritor. Hay médicas, maestros, diseñadores, ingenieros y algunas otras cuantas cosas más. Algunos estudiaron en la universidad y otros ni siquiera terminaron la secundaria. Muchísimos se dedicaron al periodismo y unos pocos pasaron los días trabajando en oficinas y subsuelos. 

Una vez más: no está del todo claro qué se necesita estudiar para ser escritor. Algunas carreras universitarias tradicionales están orientadas hacia la literatura, como Letras, pero en general se enfocan en la docencia, en la crítica cultural y en la investigación académica; y hay también formaciones artísticas más específicas, con cursos de escritura, como la Licenciatura en Artes de la Escritura de la Universidad Nacional de las Artes. Pero ninguno de estos estudios da garantías de poder dedicarse a la escritura. 

Los escritores parecieran tener en común una sola cosa: son gente que escribe. Desde Palabra, te ofrecemos un pantallazo del mundo de los escritores y cómo convertirte en uno. 

Cómo ser escritor: algunos recorridos

Para empezar: gran parte de los autores más conocidos de la literatura mundial no hicieron estudios universitarios.

Jorge Luis Borges, por ejemplo, solo tenía el título de bachiller y trataba con bastante displicencia la pila de títulos honoris causa que acumuló en su vida. Doris Lessing dejó el secundario a los quince años, pero eso no le impidió ganar el Premio Nobel de Literatura. 

Muchos escritores tuvieron trabajos y oficios curiosos o sorprendentes; de hecho, en algunos casos, eso ha marcado su literatura. Félix Bruzzone, por ejemplo, estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires, pero sus lectores tienen mucho más presente su experiencia limpiando piletas, que alimentó sus libros Piletero y Barrefondo.

Por otro lado, Roberto Bolaño, unos años después de dejar el secundario, trabajó como guardia nocturno en un camping; un oficio que, curiosamente, suele aparecer en varias de sus ficciones (hay guardias en Amberes y en Los detectives salvajes, por nombrar algunos).

Por otro lado, Ezequiel Martínez Estrada ―un erudito sin título secundario― trabajó casi toda su vida en el Correo Central de Buenos Aires. Y es de suponer que ese edificio inmenso, cargado de burócratas y funcionarios, influyó en su cuento “Sábado de gloria”, que relata el recorrido kafkiano de un oficinista que intenta tomarse vacaciones. 

En el mundo literario hay incluso casos más extremos, en los que la literatura parece alimentarse directamente de una vida errática y aventurera. Anäis Nin, por ejemplo, fue modelo y bailarina de flamenco antes de dedicarse a la literatura, dos oficios que aparecen en sus famosos Diarios. Y hay también casos diametralmente opuestos, en los que vida y obra no parecen tener ninguna relación; como Agatha Christie, quien relató una buena cantidad de asesinatos sin dejar de ser una agradable señora inglesa (aunque es cierto que protagonizó uno de los casos policiales más resonantes de su época: su propia desaparición). 

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¿Qué carrera estudiar para ser escritor?

La respuesta depende de a quién se le pregunte. Si la persona es Ricardo Piglia, casi seguro responderá: cualquier cosa menos Letras. Por lo menos eso es lo que dice en Los diarios de Emilio Renzi, su experimento autoficcional; por eso, cuenta, se anotó en la carrera de Historia de la Universidad Nacional de La Plata. Y no es el único: más de un escritor cursó estudios en Historia. 

Por supuesto, también hay una gran cantidad de escritores que estudiaron Literatura: Zadie Smith, Stephen King, Siri Hustvedt, Paul Auster, Julio Cortázar, Haruki Murakami y un largo etcétera. Otros tantos se licenciaron en carreras relacionadas con la escritura, como Comunicación o Periodismo, entre ellos Alice Munro, Federico Falco y Mariana Enríquez

También hay, por supuesto, gente que se dedicó a carreras más «duras». Kurt Vonnegut estudió varios años de la carrera de Química, cosa que quizás se note en la exactitud con la que describe procesos atómicos en Cuna de gato… novela que, por otro lado, sirvió como su tesis para licenciarse en Antropología. Michel Houellebecq, al igual que el protagonista de su última novela, Serotonina, es ingeniero agrónomo. Carlos Busqued era ingeniero metalúrgico y trabajaba en la Universidad Técnica Nacional de Córdoba. Eso quizás no se notara en su literatura, pero sí en su popular cuenta de Twitter, en general plagada de aviones. 

Algunos escritores son incluso ¡matemáticos! Guillermo Martínez es quizás el caso local más conocido, pero también está J. M. Coetzee, el Premio Nobel sudafricano, quien estudió Matemática en la Universidad de Ciudad del Cabo. Y Paolo Giordano, autor del best seller La soledad de los números primos, se doctoró en… Física de Partículas. Sí, muy apropiado. 

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¿Sirve ir a una escuela o un taller de escritura?

A su vez, más allá de las carreras universitarias formales, existe toda una variedad de talleres y escuelas de escritura. Son espacios que no ofrecen títulos de grado, pero que sí dan algún tipo de formación. Los talleres de escritura, por ejemplo, son una buena forma de encontrar gente con intereses similares (un pequeño grupo de literatos), y también nos fuerzan a trabajar con regularidad. Después de todo, algo habrá que presentar en el próximo encuentro. 

Muchos escritores imparten talleres de escritura; en algunos casos, incluso se trata de su principal fuente de subsistencia. Así que una buena manera de empezar a formarse en la escritura es averiguar si alguno de los escritores o las escritoras de tu área está dando talleres. De hecho, últimamente muchos empezaron a dar clases virtuales, así que quizás solo tengas que coincidir en una breve franja horaria. 

Por otro lado, una escuela de escritura ofrece un programa más completo e integral, con muchos cursos disponibles. En estos lugares no hay un único tallerista, sino un equipo de docentes que se combinan para dar talleres de escritura, de lectura, clínicas y demás clases formativas. En Buenos Aires, donde se encuentra Palabra, algunos de los espacios más establecidos son Casa de Letras, N/n y Escuela de Escritura

Las mejores carreras universitarias para convertirse en escritor

Ya hicimos un buen recorrido por la vida de distintos escritores; ya hicimos, de alguna forma, nuestro censo. Ahora es momento de condensar ese trabajo en una lista útil: las mejores carreras para convertirse en escritor.

  • Escritura Creativa o Artes de la Escritura
  • Letras
  • Comunicación o Periodismo
  • Historia
  • ¡Cualquier otra!

Conclusiones

No hay una receta única para convertirse en escritor. Hay, quizás, algunos recorridos posibles, más o menos establecidos. Pero ninguno de estos da garantías.

Por supuesto, están quienes estudian Letras o Literatura, o algún otro tipo de carrera especializada en el tema. Sin embargo, algunas personas, temerosas de que la universidad les arruine el placer de la lectura, prefieren evitar las carreras centradas en esta disciplina y se dedican a cuestiones afines, como la Historia, la Comunicación o el Periodismo.

Otras sencillamente tienen intereses variados y prefieren formarse en otra cosa, siendo que ninguna editorial pide un diploma antes de publicar una novela. Finalmente, hay gente a la que no le interesan los estudios universitarios en absoluto. 

Está claro que hay muchas formas de convertirse en escritor. Uno puede anotarse en talleres, asistir a escuelas, cursar licenciaturas y hasta hacer un posgrado en escritura creativa. En realidad, solo parece haber un requisito indispensable: sentarse a escribir. 

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